Tzintzuntzan, el encanto de Michoacán

Tzintzuntzan

Tzintzuntzan es uno de esos nombres tan característicos y tan complicados de pronunciar que antiguamente tenían las ciudades en lo que hoy es México. Pero este nombre tiene además una historia realmente bonita. En el idioma purépecha quiere decir «lugar de los colibríes», ya que Tzintzuntzan es la onomatopeya que imita el sonido de estos pájaros al cantar.

Hoy Tzintzuntzan es una pequeña ciudad y una zona arqueológica situada en el centro norte del estado de Michoacán, muy cerca del Lago de Pátzcuaro, a 100 kilómetros de Morelia. Constituía la capital del imperio Purépecha que durante varios años sufrió el ataque constante de los aztecas. Su origen hay que buscarlo en las primeras décadas del siglo XIV, hasta que en el XV cayó en manos de los conquistadores españoles.

Si tenéis la oportunidad de visitarla os encontraréis entre sus restos con un centro ceremonial y las famosas Yácatas, una serie de construcciones prehispánicas que eran la base de los templos dedicados a la adoración de los dioses principales del pueblo tarasco. Asimismo en la ciudad se puede ver el antiguo convento franciscano del siglo XVI, con su precioso atrio delantero de olivos, en el que sentarse relajadamente a descansar.

Tzintzuntzan también es conocida en los alrededores por su mercadillo al aire libre. Allí los artesanos locales venden sus trabajos realizados a mano, aquellos que aprendieron de la comunidad Purépecha. Alfarería, textiles bordados con motivos prehispánicos, piezas de fibras vegetales, etc… No hay que olvidar que el estado de Michoacán es uno de los principales centros artesanales de toda América.

Realmente no es este un lugar muy conocido en México, pero sí lleno de tradición y encanto. Los turistas llegan hasta aquí especialmente cada 2 de noviembre, cuando se celebra el Día de los Muertos. Los lugareños de Tzintzuntzan convierten las tumbas de sus seres queridos en una auténtica obra de arte de luz y color. Por la noche, todo iluminado con velas, la gente acude a velar a sus muertos, llevando incluso dulces y otros productos locales para compartirlos con los demás.

Una pequeña ciudad que tiene el sabor de lo íntimo y popular, lo añejo e indígena. Un rincón que, si su nombre significa «lugar de los colibríes», no puede por menos que ser curioso y llamativo.

Foto Vía: Mexplora

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