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Fonda Santa Clara, comida típica en Puebla

Honestidad, dedicación, productividad, constancia, alegría y optimismo son algunas de las virtudes que gustan destacar los dueños de la Fonda Santa Clara como parte de su habitual atención y gastronomía. El lugar, uno de los más tradicionales de Puebla, guarda en su interior la producción de platos típicos de la comunidad poblana, desde los más convencionales hasta aquellos que tienen una importante proyección internacional.

Las puertas de este restaurante se abrieron el 13 de septiembre de 1965 y su propietaria era Alicia Torres de Araujo, quien además fue directora durante cuarenta años del Museo de Arte José Luis Bello y González.

Esta mujer, culta y emprendedora, dedicó buena parte de su vida a la difusión de las tradiciones y los valores de la comunidad de Puebla, vinculando además todo esto con cuestiones artísticas. Fue por su iniciativa, entonces, que la ciudad contó con un espacio para que se conocieran los sofisticados platillos que eran parte de la identidad del lugar.

A partir de su trabajo, Torres de Araujo logró que la Fonda Santa Clara se convirtiera en el restaurante con mayor tradición en gastronomía poblana. Sus propietarios aseguran que uno de los objetivos que persiguen desde siempre, es el de ser el mejor en su especialidad y que esto se logra a partir de la capacidad creativa de cada uno de los colaboradores que participan del local. Vale decir que hasta su fundación, los platillos que allí se sirven sólo podían consumirse en puestos ambulantes o en el mercado: de ahí también parte de su relevancia.

Entre otros platillos, algunas de las especialidades poblanas que se sirven en la fonda son el mole poblano con pollo, que consta de crema de chile mulato con almendra y especias; el pipián verde o rojo, compuesto por carne de cerdo o pollo, con pepita de calabaza, chile verde, hoja santa; la tinga, que lleva cerdo sazonado con chipotle; o también la sartenada ranchera, que tiene carnes variadas cocidas a la sartén en su propio jugo, con el agregado de longaniza y tocino.

Quienes han concurrido como comensales, destacan la atención y la poca espera que hay para poder degustar cada plato. No obstante, se destaca que el local siempre se encuentra abarrotado de gente, por lo que conviene ir con tiempo. Por otra parte el ambiente es ideal, con una arquitectura colonial sin grandes ornamentos, para no distraerse y poner atención en la degustación de estas muy sabrosas comidas.

Foto vía: Flickr