Malinche, la fiel doncella de Hernán Cortés

Malinche

En marzo de 1519 Hernán Cortés desembarca en la Punta de los Palmares en Tabasco, iniciándose así la Batalla de Centla. Apenas dos semanas después funda la villa de Santa María de la Victoria, la primera localidad española en territorio continental de América. Ante esta conquista los caciques locales visitan a Cortés para agasajarlo con regalos y dádivas. Uno de estos regalos, precisamente, pasaría a formar parte de la historia tradicional mexicana.

Entre los presentes de oro, tejidos y alimentos de la zona se encontraba un grupo de veinte doncellas indígenas. Entre ellas se hallaba Malinche, una esclava de 19 años que, si bien era hija de un gobernador de la ciudad de Painala, al morir este su madre y su nuevo esposo la vendieron al señor de Potonchán, quien fue precisamente el que se la entregó a Hernán Cortés.

Malinche fue bautizada por los conquistadores como Marina, siendo entregada al capitán Alonso Hernández Portocarrero, pariente lejano de Cortés. Más que como sirviente en el aparato doméstico, Malinche actuó como intérprete del conquistador español ante los mexicanos, que hablaban una lengua hasta entonces desconocida: el náhuatl. Lo que supuso que la joven doncella se convirtiera en un elemento indispensable para el avance conquistador.

A partir de entonces, Malinche pasó de ser una esclava vendida a los conquistadores a adquirir un rango mucho más notable. Tanto es así que Cortés quedó incluso prendado de su belleza y la hizo su amante. La joven, en compensación a tan buenos servicios, ayudó a los españoles en muchas de sus escaramuzas sirviendo como espía.

Tras la conquista de la capital azteca, Malinche y Hernán Cortés tuvieron un hijo, Martín (en honor al padre del conquistador), en 1522. Lo curioso del caso es que por esas fechas la esposa de Cortés llegó desde Cuba y Malinche tuvo que pasar a un segundo plano. La joven buscó acomodo en el hidalgo Juan Jaramillo, con quien se casó, quedando así en libertad, hecho que el conquistador español le había prometido.

Desde entonces los caminos de Cortés y Malinche se separan y poco más se sabe de la joven. Lo que sí es cierto es que, gracias al trabajo que realizó como intérprete para el conquistador español, se la considera la llave que abrió México a los españoles.

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